Desde los 14 años, Kay Martin Schmalhausen Panizo fue programado por el Sodalicio de Vida Cristiana para ser un robot de la organización: obediente y guerrero contra el marxismo en la Iglesia católica y como tal, fue ordenado sacerdote a los 25 años y nombrado obispo a los 41 años por el fallecido Pontífice Benedicto XVI. A sus 60 años, revela que fue víctima de abuso sexual y ha transformado su sufrimiento en acompañamiento y ayuda a víctimas de la Iglesia.El Sodalicio fue fundado en 1971 en Perú por Luis Fernando Figari para ser un látigo de la izquierda en la Iglesia católica en América Latina, que fue representada por la teología de la liberación que impulsó el fallecido sacerdote y teológo peruano Gustavo Gutiérrez. Actualmente, el Vaticano investiga a través de la misión formada por el arzobispo de Malta, Charles Scicluna y el monseñor catalán Jordi Bertomeu a los sodálites. En lo que va del año se ha expulsado por graves faltas a 15 miembros , incluido el fundador. En entrevista con ABC, Kay Schamalhausen cuenta abiertamente que fue víctima de abuso sexual por cuatro miembros del Sodalicio: el fundador Luis Fernando Figari, el vicario -ya fallecido- German Doig, el sodálite Alfredo Garland y el ex miembro de la organización Alberto Gazzo. «A los 14 años fue el primer abuso a manos de Alberto Gazzo. Luego a los 17 años me hizo lo mismo Alfredo Garland. Y luego vinieron Figari y German Doig y todo fue más serio. Viví en un infierno en la tierra», refiere al hablar de lo que sufrió al ser víctima de abusos de parte de las autoridades del Sodalicio. Al intentar sin éxito que su propia organización investigara a Figari en 2013 decidió ir a Roma a contar su historia. En el Vaticano empezó otro vía crucis: le contó el carácter sectario sodálite al exsecretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el español José Rodríguez Carballo; al italiano Pietro Parolin, secretario de Estado ante la Santa Sede y al cardenal Sean O´Malley, entre otras autoridades de la curia. Noticia Relacionada estandar Si El Papa recibe a los periodistas que destaparon el escándalo del Sodalicio y les promete cerrarlo Paola Ugaz El Pontífice confirma el cierre de la organización católica fundada en PerúSchmalhausen recuerda cómo en una reunión en Roma le dijo a Rodríguez Carballo: «¿Se acuerda que yo le hablé del caso de abuso sexual?». «Ah, usted es el de ese caso, ¿no?», afirma que le respondió el español. «Para mí esto fue la tapa, ¿no? No se dirigió a mí con mi nombre, lo cual fue muy denigrante. O sea, yo para él no tengo nombre y soy el de ese caso. Es decir, ese caso no hay que tocarlo», lamenta.Obispo a los 41 añosA los 25 años, Schmalhausen fue ordenado sacerdote por el poderoso monseñor colombiano Alfonso López Trujillo. Su elección como obispo a los 41 años fue vendida como un triunfo del ala conservadora de la Iglesia peruana. En la misa de su nombramiento participó el cardenal Juan Luis Cipriani (Opus Dei), el nuncio Rino Passigato y el obispo sodálite José Antonio Eguren. «Éramos tres candidatos; Hector 'Tito' Velarde, Emilio Garreaud y yo, ¿por qué me escogieron a mí? Quizás Figari y Doig pensaban que me podían controlar más». En el 2006, el entonces Nuncio apostólico, Rino Passigato, le comunicó a Schmalhausen su nombramiento como obispo de la prelatura de Ayaviri, en Puno (frontera con Bolivia). Su nombramiento coincidió con el de su compañero sodálite José Antonio Eguren, pero sus destinos fueron diferentes desde el inicio y el trato dentro de la curia peruana también. Por ejemplo, mientras Eguren fue escogido por la Conferencia Episcopal para dar el discurso de bienvenida cuando en 2018 el Papa Francisco visitó Perú y llegó a la ciudad de Trujillo (norte del país) en el 2018, Kay Shmalhausen fue relegado a las sombras y sometido a un trato frío y distante. ¿Qué ocurrió? Al aceptar ser obispo y ser enviado a la altoandina ciudad de Ayaviri, la tarea de Shmalhausen fue actuar como un instrumento para apagar el ala izquierdista de la iglesia local y por ello, fue visto con recelo por los sacerdotes progresistas. Por otro lado, al empezar a cuestionar su 'formateo' como parte de la secta del Sodalicio se convirtió en alguien al que los sodálites veían con recelo. Hicieron una campaña de difamación contra él y lo declararon como alguien con problemas mentales. Schmalhausen se convirtió en un paria. Un invisible. Lo multiplicaron por cero. Y como ironiza al recordar sus experiencias con la curia en Roma y en Perú: «¿Quién le hace caso a un paria?».El nombramiento como obispo causó que se fuera a vivir fuera de una comunidad del Sodalicio y eso fue el inicio de su liberación mental. Schmalhausen empezó así a vivir su verdadero discernimiento: «No hice una elección libre al aceptar ser obispo, hice una elección por mandato y con los ojos tapados. Entré en trompo y me empecé a preguntar: ¿Qué estoy haciendo yo aquí?».RenunciaDentro de la Conferencia Episcopal Peruana, el hoy obispo emérito vivía una situación parecida: nunca lo eligieron para ninguna comisión. Era también un paria. Y su renuncia -a petición del Nuncio de ese entonces- a los 56 años se debió a que no le aceptaban el cambio de Ayaviri a Lima, donde vive su madre que tiene más de 90 años y de quien quería estar mas cerca.Desde que dejó de ser obispo de Ayaviri y se convirtió en emérito a los 56 años, Schmalhausen no tiene a cargo ninguna jurisdicción ni tarea, por lo que se dedica a la tarea pastoral de escucha y acompañamiento de víctimas de abuso de la iglesia católica. Sus formas suaves pero directas lo han convertido en un actor imprescindible en la vida de la comunidad de ex sodálites en Lima y fuera del país. Para el religioso la distancia entre la Iglesia católica y las víctimas de abusos se explica «por la mala formación en los seminarios, que hace que el clero que se pone en contacto con la gente se endurece y es distante. La Iglesia se desconecta de la realidad y no sabe cómo tratar con las víctimas de abuso». Según Schmalhausen, la labor de la misión Scicluna-Bertomeu fue clave para develar lo que hizo el Sodalicio en Perú al tiempo que señaló que los miembros de la Conferencia Episcopal Peruana han dejado mucho que desear en el acercamiento a las víctimas de la organización.