Además del sufijo 'ble', esta película del director francés Ladj Ly comparte varias cosas con la anterior 'Los miserables', que era un policíaco en un barrio suburbial parisino. Aquí, el argumento tiene su centro operativo también en una zona conflictiva, unos bloques de viviendas obreras pobladas por inmigrantes y que están prácticamente en ruinas, y la trama se mueve más hacia lo político y social que hacia lo policial, con una línea de interés que atraviesa a los dos personajes principales, el nuevo alcalde de la ciudad, un tipo joven, cínico y populista, y una mujer del barrio que se pone al frente de la resistencia al desalojo.Tiene apariencia de película de combate, con muchos subrayados raciales y de clase, y con una buena descripción de los interiores de esas viviendas y de sus habitantes, pero a Ladj Ly se le va el ojo para todos lados en vez de centrarlo en las cuestiones que se supone que quiere exponer y combatir. La crítica a las instituciones políticas queda deshuesada y solo se mantiene en pie por la figura de ese alcalde tan verosímil que parece de mentira, y que interpreta con entusiasmo Alexis Manenti (uno de los protagonistas de 'Los miserables'), y la situación de los vecinos que sobreviven en condiciones lamentables está descrita difusamente, con subtramas que no cuajan o que no logran fijarse como elementos inquietantes y sentimentales.El personaje femenino, que interpreta Anta Diaw, crea unas expectativas de salida que luego no consigue sustanciar, es decir, que entra al argumento con unas promesas de desarrollo, de mejora, de influencia en la trama, que no se cumplen realmente; aunque eso es muy propio de la vida real, en la que la mayoría nos quedamos por debajo de nuestras felices expectativas. Hay buenas secuencias de tensión interna, de lucha, de caos y de edificio en primera línea de combate, aunque, aparte de lo que pueda entretener y lo que parece reivindicar, no se acaban de escuchar claro sus intenciones.