Interesante adaptación de Martín Cuervo de la obra teatral de Guillem Clua, quien ha escrito también el guion para la película y lo ha orientado desde el mismo título hacia un terreno más social que ideológico y más íntimo que patriótico. El título original de la obra es 'Al damunt dels nostres cants' (Por encima de nuestros cantos) y hace referencia al primer verso de Joan Maragall de 'Cant a la senyera', uno de los himnos patrióticos catalanes… Toda esa 'mochila' ha desaparecido de la película y se enfoca a otra historia más universal, humana y familiar: un padre, dos hijos y un legado, quedándose la bandera sin ver, sin determinar y más como metáfora de 'trapo' o muleta para provocar la embestida que como símbolo de pertenencia.Noticia Relacionada estandar Si Crítica de 'La última sesión de Freud' (**): Una tarde de charla entre un ateo y un cristiano Oti Rodríguez Marchante Es una producción elegante, bien ambientada, con algún cierto despliegue técnico en los 'flash back', especialmente los bélicosMartín Cuervo hace una puesta en escena sencilla, directa, prácticamente localizada en la casa familiar donde vive el padre y a la que ha invitado a comer a sus dos hijos. Estos tres personajes, junto a la joven que está allí porque escribe una biografía de ese hombre, construyen una historia que se enriquece, se enreda y aclara a medida que se desarrolla. Y quien lleva el peso de esa evolución y de esos golpes de viento en la banderola de la trama es el padre, que interpreta con enorme cuidado y matiz Imanol Arias. Hace años se decía, entre en serio y en broma, que José Sacristán estaba en primero de Fernando Fernán Gómez, y en esta película da la impresión de que Imanol Arias estuviera doctorándose en José Sacristán, que también ganó hace ya mucho tiempo su título de doctor. Aitor Luna, Miquel Fernández y Ana Fernández asisten con puntualidad y gracia a la clase magistral de Arias.Como es natural, el encuentro, las circunstancias y el conflicto familiar tiene los ingredientes del drama, pero la película se traviste también con naturalidad en comedia, o casi. Los tonos son ligeros, aunque en el fondo se aprecia una impresionante hondura emocional. Tiene gracia la inventiva biográfica del padre (presume de haber conocido a todos los grandes hombres de su época, y que aún se 'cartea' con el Dalai Lama), y la tiene también el constante pique entre los dos hermanos, bien trabajado desde la infancia y muy mal madurado… Pero el magnífico personaje que interpreta Arias se pone serio aun en la broma, y su rostro, su modo de hablar, de pensar, de actuar, de conducir la emoción hasta un lugar poco previsto, endurece y ennoblece la función, incluso se podría decir la lección.Sin ponerse trascendente, la película ofrece trazas bien sazonadas sobre la vejez, la nostalgia, la educación, lo fraterno, lo paternal, la memoria y el recuerdo (que no es lo mismo), la necesidad de traspaso, sucesión, emociones, ideales de vida… Lo de los chinos es lo de menos, aunque también hay que tenerlo en cuenta.