Muy optimista el título de la última película del director argentino Lisandro Alonso, 'Eureka', pretérito perfecto del verbo descubrir (en griego)…, aquel 'lo descubrí' de Arquímedes tras uno de sus hallazgos. Sea lo que sea lo que descubre este filme, lo cierto es que hay que sudárselo, pues dura una eternidad y no es lo que se viene considerando en estos últimos siglos como entretenido. Lisandro Alonso es un cineasta espeso, prolijo, aunque también muy admirado por cierta crítica, y tiene títulos tan insufribles y alabados, como 'Jauja', 'Liverpool' o 'Los muertos'.Noticia Relacionada estandar Si Crítica de 'Green border': (***): Kafka en las fronteras de Europa Oti Rodríguez Marchante La película es muy elocuente, quizá en exceso, y trata la precariedad y bondad de los que huyen de un infierno y se meten de bruces en otro'Eureka' sorprende de salida, es un wéstern en formato cuadrado y en blanco y negro, primera historia que nos cuenta y que tiene un modo curioso (en cierto modo, un hallazgo) de conectarse con la siguiente, la más larga y principal, que transcurre en una reserva india y con otros personajes e intención. En ese cambio de historia ya desaparece Viggo Mortensen, que era el protagonista de la anterior, en la que también sale un momento Chiara Mastroanni, a la que le dará algo de bolilla (poca) con otro papel en el relato de la reserva india.Habla Lisandro, poco, despaciosamente, como sin ganas, al menos, de emocionar, de la desolación y el aburrimiento en una sociedad aislada en la que una mujer policía y su sobrina (lo mejor de la película, la actriz Sadie Lapointe) sobreviven en la gélida murria de horas y horas de nada, o casi nada, y ya lo dice el sabio abuelo indio, 'el tiempo no existe, es un invento nuestro'. Esta parte de 'Eureka', la más digerible y descriptiva de lo que es un lugar y una coyuntura en la que la juventud o se larga o se suicida, tiene también un modo realmente curioso y provocador de convertirse en el tercer y último relato…, una grulla se lo lleva a otro tiempo y otro lugar, la selva brasileña, más enmarañado y simbólico. Y vistos los tres, tal vez la película sea una impresión de lo que miran y hacia dónde van los pueblos indígenas.No hay que reprocharle a Lisandro Alonso el aburrimiento que te proporciona, ya que, a cambio, te permite 'disfrutar' de la pulcritud y variedad de su estilo y planificación: naturalmente que de las dos horas y casi media que dura podría quitársele una sólo con rasparle la largura de algunos planos y lo superfluo de otros; pero es su estilo, su modo de rimar pura prosa, la manera también de aparentar trascendencia donde no siempre la hay…, en fin, una película para descubrir a este cineasta y esos dos tres hallazgos en la conexión de sus cuentos.