Crítica de 'El bus de la vida' (***): Gasolina para el optimismo

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Dani Rovira es un actor especial , alguien que sabe condimentar un personaje para que resulte cercano, simpático y que le reclama al espectador un choque de manos. Es evidente que está tramado, al menos en lo actoral, para la comedia, aunque espolvorea de un modo natural partículas dramáticas, conmovedoras y efluvios de afección. Y en esta comedia con inclinación contenida al drama, Rovira interpreta a un hombre, Andrés, un músico con limitaciones que va a cubrir una plaza vacante como profesor de música en un colegio del País Vasco. Y en esta ocasión, Dani Rovira no va allí a hacer chistes de vascos, sino a vivir el peor lado de la enfermedad y a descubrir el mejor lado de los demás y de sí mismo.El director, Ibon Cormenzana, coloca a su protagonista en un ambiente y unas circunstancias que no son cómodas (Dani Rovira se enfrentaba de nuevo al cáncer, aunque en esta ocasión por necesidades de un guion basado en hechos reales), y entre ambos, junto al resto de un equipo actoral que entiende a la perfección los tonos que precisa esta historia, construyen una película vitalista, emocionante, moderadamente romántica y hasta graciosa. No debería ser una comedia, pero tiene ese espíritu y lo libera con alegría, sensibilidad y ganas de poner de su parte al espectador.Noticia Relacionada Entrevista a Dani Rovira estandar No «La enfermedad me ha enseñado mucho. Solo hay que estar atento» Clara Mollá Pagán El actor protagoniza 'El bus de la vida', una nueva película de Ibon Cormenzana, y habla con ABC sobre algunos de los temas de ella como el cáncer y el modo de afrontarloNo busca Cormenzana caminos arriesgados, insólitos o extremadamente agrios o dolorosos y con un guion amable y predecible construye unos personajes con carne y sentimientos, como los que llenan de sensibilidad y emociones Susana Abaitua, Elena Irureta, Antonio Durán, Andrés Gertrudix y toda la compañía de ese autobús que transporta a los enfermos de cáncer desde el pueblo hasta el hospital de Bilbao. Y entre ese tono cercano, fresco, y una música y unas canciones a esa misma distancia y temperatura, queda una película encantadora, extrovertida, útil y, en cierto modo, a contracorriente del mundo extremado, belicoso y amargado…, tan antinatural y desnortado con el que nos despiertan cada día.
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